Al día siguiente ya estaba trabajando en el restaurante. Justo en mi primer día había bastante público. A pesar de todo no fue tan difícil arreglármelas para atender la sección que me tocaba. Lo complicado era aprender a escribir y pronunciar comidas que nunca había conocido. Había clientes bastante exigentes con lo que pedían, y otros que solo se conformaban con un típico café.
Pamela me ayudaba cuando la gente se ponía impaciente, llevando los pedidos a las respectivas mesas. Era definitivamente un día ajetreado. Luego de que las cosas se hubiesen calmado un poco, comencé a limpiar las mesas y el rincón del bar. Ese bar se veía bastante agradable. Tenía una gran variedad de bebidas y licores, y el estilo retro de su ambientación, que desencajaba con el resto del local, le hacía más llamativo.
Ya cerca de las 2 de la tarde, el jefe salió de su despacho, a revisar si todo iba bien. Nos miro, al cajero, a Pamela y a mí, y solo asintió con la cabeza, luego volvió a entrar.
- Dice que quiere que le lleven su almuerzo - me dijo Pamela-.
- En serio? - pregunté sorprendido-.
- Sí, mira, ahí en el mesón está la receta de lo que quiere para hoy.
- No sé cocinar...
- Están todas las indicaciones ahí, amor, no te preocupes.
- Pero...
- Yo sé que podrás - me dijo y me sonrió-.
- Pues... okay...
Fui al mesón, leí la receta. El dueño quería comer lasaña. Lasaña! Cómo se supone que voy a poder hacer un plato así! Ni siquiera huevos fritos se hacer. Traté de seguir los pasos al pie de la letra, no pasarme en sal, ni en otros ingredientes. Cuando estuvo por fin listo el plato, casi lloro de lo bien que olía, lo que me hizo dar cuenta que cocinar era lo mío... jeje, okay, no. Pero le hago el empeño. Preparé la bandeja con todo lo que necesitaría mi jefe para comer, ir me dirigí a su despacho. Lo llamé, y me abrió la puerta.
- Pasa, pasa - me dijo-.
El despacho era enorme, con un gran ventanal en la parte posterior. Le dejé la bandeja en una mesa de centro que allí había, y cuando me disponía a salir, me invitó a tomar asiento.
- Quisiera saber algo más de ti, chico - me dijo el jefe-. Cómo te llamas?
- Este... - me puse nervioso-. Mi nombre es...
Sonó su celular, contestó y trató de hacer la conversación lo más corta posible. Cuando cortó, tomó la bandeja.
- Y dime... qué edad tienes? Vives muy lejos de aquí?
- tengo 18, y vivo a una media hora solamente desde aquí. Digamos que, puedo venirme relajado.
- Ya veo... ya veo... saliste recién de cuarto medio?
- Sí. La semana pasada lo terminé.
- Interesante... la mayoría de los chicos solo está interesado en descansar.
- Pues... ya ve, soy una de las excepciones - le dije-.
- Me agrada tu actitud chico.
- Mi actitud? Pero si no he demostrado nada! - pensé-. Este... gracias!
- No hay de qué. Esta comida, quién la ha hecho?
- Yo señor.
- De veras? Está fabulosa.
- Usted cree?
- Pues claro, la lengua de un experto nunca debe hacerte dudar.
- Oh, sí, ya lo creo - le sonreí, creo que estúpidamente-.
- Mira chico, me enteré que golpeaste a un hombre fuera del restaurante antes de entrar a trabajar.
- Qu-qué?! C-cómo?
- Da igual. No hay ningún problema, pues no eras mi empleado hasta ese momento, pero si vuelve a ocurrir algo como eso, las consecuencias serán graves, chico.
- S-sí... lo siento, pero no podía permitirme dejar la situación así.
- Te entiendo, los jóvenes son impulsivos y no piensan bien lo que hacen hasta que ya lo hicieron.
- No volverá a ocurrir.
- Eso espero, y espero que me atiendas bien al resto de la clientela.
- Sí, no se preocupe.
- Okay, eso sería todo, puedes retirarte.
- Está bien.
El tipo, para tener cara de Vito Corleone, tenía una personalidad muy carismática y no era desagradable. Pero todo lo que hablamos se me olvidó al salir... porque vi a un cliente acosando a Pamela...
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