La conocía hace tan poco, pero unimos lazos tan rápido, que terminamos gustándonos. Es tan linda, sincera, cariñosa, tierna, leal, confiable, oh Dios, y es vegana! Igual que yo! Creo que al fin encontré a la chica de mis sueños.
Hoy se la presento a Boris, mi amigo mudo. Creo que le agradará que le lleve otra persona de compañía. A mi amigo le falta algo de comunicación con la gente. Pasé de ser su sicólogo a ser su amigo, en verdad eso era lo que necesitaba Boris, y trato de que se sienta feliz.
Mi novia vive a cinco minutos en bicicleta de mi casa. Pasaría a eso de las once y media a buscarla, para tomar el colectivo hasta el condominio donde vive mi amigo. Son las once y cuarto. Tengo que verme presentable para mi chica, oh, que lindo suena ese "mi chica". Veamos... mi pelo. Mi pelo! Dónde está el gel... ah, sí, ahora sí. Qué más me falta? Hmm... Pues nada más. Okay.
- Mamá, ya me voy!
- Nos vemos! Dale saludos a tu amigo - gritó la señora desde la cocina-.
Llegué a casa de mi vegana favorita, y llamé. Salió algo apurada, con ese look otoñal que me encanta: Una bufanda de lana, tejida por ella misma, color verde oscuro, su abrigo blanco hasta la cintura, su gorro del mismo color que su bufanda, esos lentes que ocultaban sus hermosos ojos marrones, sus pitillos negros y sus chapulinas también negras con cordones blancos. Era un honor estar acompañado por ella.
- Lamento la demora - me dijo ella, con sus mejillas rojas, como tanto me gustaban-.
- No te preocupes - le sonreí-, mira aquí viene el colectivo.
Alcé la mano para hacer parar el automóvil, y el conductor lo único que preguntó fue "a dónde quieren ir?". Luego de eso fue un viaje bastante silencioso.
Cuando al fin llegamos, tuvimos que bajarnos media cuadra antes, pues el coche se averió.
Caminamos lentamente hacia la entrada del edificio donde Boris vivía, íbamos tomados del brazo. Cuando al cruzar la calle vimos algo entre unos arbustos.
- Qué será eso? - le pregunté a mi acompañante-.
- Pues no lo sé... quieres que vayamos a verlo?
- No perdemos nada, no? Tenemos unos minutos.
Nos acercamos, y los dos reconocimos el cuerpo del policía, el cual había interrogado a mi novia y el que me acusó a mi de robo. Don Pedro Faúndez estaba muerto entre los arbustos de afuera del condominio de mi amigo. Qué hacía ahí? No lo sé. El por qué, tampoco. Le propuse a mi novia que llamaramos a la policía desde el departamento de Boris.
Teníamos dos elecciones: las escaleras o el ascensor. Votamos por la primera. Queríamos sentirnos jóvenes, así que a paso vegano fuimos subiendo cada peldaño hasta el piso veintinueve. Llegamos diez segundos antes de la hora, nos miramos cansados y nos reímos. Ella llamó al timbre. Se oyó un "ya va!" desde dentro. Obvio no era Boris. Debía ser su hermano. Cómo era que se llamaba... se me olvidó...
La puerta se abrió y era Boris. Nos dimos un abrazo amistoso bien apretado, y luego saludó a mi novia.
- Boris, ella es Lucía, Lucía, el es Boris.
Mi amigo hizo algo que pocas veces lo veía. Sonrió. Y eso me provocó la tentación de volver a hablar con él en otra ocasión para saber qué le había pasado. Pero ese momento se interrumpió cuando desde dentro, por el pasillo, escuchamos a su hermano decir "Lucía?". Éste asomó la mirada, y quedó sorprendido al ver que era la Lucía que él conocía.
- Ah... es usted - dijo mi novia ya algo irritada-.
- No imaginaba que ocurriría semejante casualidad, señorita.
- Yo tampoco señor.
- Pero guardemos las formalidades para el trabajo. Lamento si fui algo molesto en los encuentros que tuvimos.
- No te preocupes. Eso ya pasó.
Entramos a la sala, nos acomodamos, y Boris trajo una bandeja con bebidas. Me di cuenta que estaba progresando de la noche a la mañana. Ahora se comunicaba con una libreta. En ella escribió bastantes cosas comunes, nos preguntaba cómo estábamos, me felicitaba por mi noviazgo, y pues... termino escribiendo algo:
- "Tengo algo que decirles a los tres".
- Y qué sería, hermano?
- Estás bien? - pregunté-.
- "Sí" - asintió-. "Cierren los ojos" - escribió-.
Cerré mis ojos, preguntándome que qué podría pasar. Lucía me apretó la mano, algo preocupada. En instantes los tres abrimos nuestros ojos por lo sucedido.
- Puedo hablar - dijo Boris-.
- Oh Dios! Qué alegría hermano! Cómo? Desde cuándo? - su hermano estaba sorprendido-.
- Desde... - aún le costaba modular las palabras-. Desde que te hice ese dibujo.
- Y por qué no me dijiste nada?
- Que-quería estar seguro de que podía ha-hablar antes de hacer-hacerte ilusiones hermano... Pero hablemos de eso después, sí? Los cuatro ahora esta-estamos aquí por un objetivo. Olvidé presentarlos. Hermano, él es Tomás, Tomás, él es mi hermano Ricardo. Mi hermano necesita saber tu no-nombre entero, amigo.
- No hay problema, soy Tomás Antoine Leclerc Delacroix.
- Lo sabía!
- A qué te refieres? - pregunté-.
- El libro... el libro!
- Qué libro? Ese viejo libro que me mostraste en el centro comercial, Lucy? - le pregunté a mi novia-.
- Sí. No sé a qué se referirá Ricardo, pero creo que ansiaba verte.
Esto es como de película. Alguien que no conocía quería hablar conmigo. Un cuerpo estaba tirado en un arbusto, y Boris ya podía hablar. De qué querría hablarme Ricardo? Pues veamos...
Hoy se la presento a Boris, mi amigo mudo. Creo que le agradará que le lleve otra persona de compañía. A mi amigo le falta algo de comunicación con la gente. Pasé de ser su sicólogo a ser su amigo, en verdad eso era lo que necesitaba Boris, y trato de que se sienta feliz.
Mi novia vive a cinco minutos en bicicleta de mi casa. Pasaría a eso de las once y media a buscarla, para tomar el colectivo hasta el condominio donde vive mi amigo. Son las once y cuarto. Tengo que verme presentable para mi chica, oh, que lindo suena ese "mi chica". Veamos... mi pelo. Mi pelo! Dónde está el gel... ah, sí, ahora sí. Qué más me falta? Hmm... Pues nada más. Okay.
- Mamá, ya me voy!
- Nos vemos! Dale saludos a tu amigo - gritó la señora desde la cocina-.
Llegué a casa de mi vegana favorita, y llamé. Salió algo apurada, con ese look otoñal que me encanta: Una bufanda de lana, tejida por ella misma, color verde oscuro, su abrigo blanco hasta la cintura, su gorro del mismo color que su bufanda, esos lentes que ocultaban sus hermosos ojos marrones, sus pitillos negros y sus chapulinas también negras con cordones blancos. Era un honor estar acompañado por ella.
- Lamento la demora - me dijo ella, con sus mejillas rojas, como tanto me gustaban-.
- No te preocupes - le sonreí-, mira aquí viene el colectivo.
Alcé la mano para hacer parar el automóvil, y el conductor lo único que preguntó fue "a dónde quieren ir?". Luego de eso fue un viaje bastante silencioso.
Cuando al fin llegamos, tuvimos que bajarnos media cuadra antes, pues el coche se averió.
Caminamos lentamente hacia la entrada del edificio donde Boris vivía, íbamos tomados del brazo. Cuando al cruzar la calle vimos algo entre unos arbustos.
- Qué será eso? - le pregunté a mi acompañante-.
- Pues no lo sé... quieres que vayamos a verlo?
- No perdemos nada, no? Tenemos unos minutos.
Nos acercamos, y los dos reconocimos el cuerpo del policía, el cual había interrogado a mi novia y el que me acusó a mi de robo. Don Pedro Faúndez estaba muerto entre los arbustos de afuera del condominio de mi amigo. Qué hacía ahí? No lo sé. El por qué, tampoco. Le propuse a mi novia que llamaramos a la policía desde el departamento de Boris.
Teníamos dos elecciones: las escaleras o el ascensor. Votamos por la primera. Queríamos sentirnos jóvenes, así que a paso vegano fuimos subiendo cada peldaño hasta el piso veintinueve. Llegamos diez segundos antes de la hora, nos miramos cansados y nos reímos. Ella llamó al timbre. Se oyó un "ya va!" desde dentro. Obvio no era Boris. Debía ser su hermano. Cómo era que se llamaba... se me olvidó...
La puerta se abrió y era Boris. Nos dimos un abrazo amistoso bien apretado, y luego saludó a mi novia.
- Boris, ella es Lucía, Lucía, el es Boris.
Mi amigo hizo algo que pocas veces lo veía. Sonrió. Y eso me provocó la tentación de volver a hablar con él en otra ocasión para saber qué le había pasado. Pero ese momento se interrumpió cuando desde dentro, por el pasillo, escuchamos a su hermano decir "Lucía?". Éste asomó la mirada, y quedó sorprendido al ver que era la Lucía que él conocía.
- Ah... es usted - dijo mi novia ya algo irritada-.
- No imaginaba que ocurriría semejante casualidad, señorita.
- Yo tampoco señor.
- Pero guardemos las formalidades para el trabajo. Lamento si fui algo molesto en los encuentros que tuvimos.
- No te preocupes. Eso ya pasó.
Entramos a la sala, nos acomodamos, y Boris trajo una bandeja con bebidas. Me di cuenta que estaba progresando de la noche a la mañana. Ahora se comunicaba con una libreta. En ella escribió bastantes cosas comunes, nos preguntaba cómo estábamos, me felicitaba por mi noviazgo, y pues... termino escribiendo algo:
- "Tengo algo que decirles a los tres".
- Y qué sería, hermano?
- Estás bien? - pregunté-.
- "Sí" - asintió-. "Cierren los ojos" - escribió-.
Cerré mis ojos, preguntándome que qué podría pasar. Lucía me apretó la mano, algo preocupada. En instantes los tres abrimos nuestros ojos por lo sucedido.
- Puedo hablar - dijo Boris-.
- Oh Dios! Qué alegría hermano! Cómo? Desde cuándo? - su hermano estaba sorprendido-.
- Desde... - aún le costaba modular las palabras-. Desde que te hice ese dibujo.
- Y por qué no me dijiste nada?
- Que-quería estar seguro de que podía ha-hablar antes de hacer-hacerte ilusiones hermano... Pero hablemos de eso después, sí? Los cuatro ahora esta-estamos aquí por un objetivo. Olvidé presentarlos. Hermano, él es Tomás, Tomás, él es mi hermano Ricardo. Mi hermano necesita saber tu no-nombre entero, amigo.
- No hay problema, soy Tomás Antoine Leclerc Delacroix.
- Lo sabía!
- A qué te refieres? - pregunté-.
- El libro... el libro!
- Qué libro? Ese viejo libro que me mostraste en el centro comercial, Lucy? - le pregunté a mi novia-.
- Sí. No sé a qué se referirá Ricardo, pero creo que ansiaba verte.
Esto es como de película. Alguien que no conocía quería hablar conmigo. Un cuerpo estaba tirado en un arbusto, y Boris ya podía hablar. De qué querría hablarme Ricardo? Pues veamos...