sábado, 26 de junio de 2010

Segunda Parte: El Médico, Capítulo 9

"La Madre Superiora ha fallecido de un paro cardio-respiratorio. Su rostro azulado reflejaba agonía. En su mano tenía un trozo de papel con algo que yo escribí. Sólo le había enviado ese mensaje pidiendo que me llevara unos candelabros a la capilla. Soy un asesino. La maldad está en mí, y no sé como sacarla. Por qué a mí? Un hombre fiel al Señor! Por qué tengo esta maldición en mis manos... No he podido parar de llorar de aflicción... Mi madre... mi hermana, la monja, y ahora la Madre Superiora... Qué he de hacer Señor? Creo que mi único destino es morir en el lago de fuego y azufre... je, hasta me da un poco de gracia mencionar la palabra 'destino', creo que todo esto debía pasar. La razón, no la sé... solo... quiero morir. Si lo hago, dejaré de causar mal al mundo. La maldad va como mi sombra. No quiero que nadie más perezca por mi causa. Esta noche..."

Las hojas desgarradas se habían acabado. Ricardo miró fijamente al padre Armando y le preguntó:

- Hay más hojas? Algún otro documento?
- La verdad es que documentos no. Pero hay una persona. Una persona que no creo que tenga idea que está involucrada en esta historia. Verá, desde que me enteré de toda la historia del libro, he intentado buscar a la descendencia del Sumo Pontífice. Cuenta la historia que él se retiró de todo asunto religioso. Para desahogar sus penas, se hundió en el vicio del alcohol. Tuvo relaciones con cierta mujerzuela, la cual quedo encinta y dió a luz un niño. Con el paso de los siglos, esta descendencia fue avanzando hasta llegar a una familia que hace veinte años se mudó a Chile. El apellido Delacroix dejaría de ser el primero, pues ahora lo llevaba una mujer. La mujer se casó con Edgardo Leclerc. No vaya a pensar que soy un espía profesional, no me gusta andar metiendo la nariz en la vida personal de las personas, pero en este caso necesitaba hacerlo, y hasta los sacerdotes más respetados también tenemos nuestros contactos.
- Me lo imagino. Y ese niño, cómo lo llamaron?
- Su nombre es Tomás Antoine Leclerc Delacroix. Ya debe tener unos diecinueve o veinte años. Y he tardado todos esos años en encontrarlo. Sé que vive aquí en Santiago, pero nunca he podido encontrarlo.
- Creo que yo podría encontrarlo. Si es que es el mismo Tomás Leclerc, sé qué contacto usar para llegar a él.
- Lo dice en serio?! - exclama el sacerdote algo exhaltado-.
- Pues, como le digo, si es el mismo Tomás Leclerc que yo conozco, no tendré dificultades en encontrarlo.
- Sería conveniente que lo encontrara lo más pronto posible.
- Pues, qué gano yo con todo esto?
- Sonará raro, pero usted se gana la vida con esto.
- Me la gano con mi trabajo.
- No me refiero al sustento. Me refiero a su Vida como termino general.
- ...
- Es difícil de explicar, lo sé. Pero ahora necesito que busque a ese joven, por favor!
- Lo haré. Necesito responderme muchas preguntas a mi mismo...
- Que Dios le bendiga.
- Nos veremos pronto.

Ricardo Montenegro abandonó la catedral pasada las seis de la tarde. Ya estaba oscuro, y estaba cansado. Así que fue a casa. Se montó en el Corsa y comenzó a conducir a velocidad calmada. Nada lo apuraba. No pretendía comenzar su búsqueda a esas horas. Quería llegar a casa, a ver a su hermano. Encendió la radio, y comenzó a escuchar música que lo relajara. No encontró nada mejor para él que música clásica. Llegando a casa, se percató que lo seguía un policía montado en su motocicleta. Ricardo se preguntó a sí mismo que qué había pasado, sin recordar que se había pasado un semáforo en rojo.

Con una duda en mente, comenzó a bajar la velocidad de su brillante Corsa negro.

1 comentario:

  1. D: tomas °-° !, tomas '-' D: no no tomo (?) xD ! , *W* me usta tu historia

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