jueves, 24 de junio de 2010

Segunda Parte: El Médico, Capítulo 7

De camino por la autopista, Ricardo veía pasar todos los automóviles en dirección contraria, todos de regreso a casa. Lo único que ansiaba era llegar pronto a la catedral. El parabrisas lo mareaba, pero no quería perder la concentración. Siempre tuvo miedo a conducir, pero ya llevaba un tiempo intentando superarlo. Se detiene en un semáforo en rojo, y espera impaciente a que cambie de color. Era una avenida donde nunca pasaban automóviles y donde no cruzaba ninguna persona. Así es que decidió cruzar de una vez. La poca gente que vio esta acción quedó sorprendida. Luego de seguir andando, unos quince minutos más tarde, al fin pudo llegar a la Catedral San Francisco, al lado del museo de Arte Colonial.
Se bajó del Corsa, hizo la típica acción que haría un actor de teleserie o película, o sea, hacer sonar la alarma del auto. Iba entrando a la dichosa catedral, y sintió una atmósfera bastante rara. La gente estaba sumida en sus oraciones, y los más devotos querían tocar la virgen que se alzaba en el altar. Ricardo Montenegro quería salir pronto de ahí. Fue hacia el centro de la iglesia, donde había un sacerdote, le tocó la espalda y éste asustado se volteó.

- Ahh! Oh, perdone, estaba sumido en mis pensamientos.
- No se preocupe. Mi nombre es Ricardo Montenegro. Es usted el padre Armando?
- Je,je... usted no es la primera persona que me confunde con el padre Armando. No, no lo soy, soy su ayudante, mi nombre es Baltazar.
- Necesito hablar urgente con el padre Armando.
- Me temo que en este momento no lo podrá atender.
- Por qué?
- Pues... está en una reunión.
- Una reunión? - preguntó extrañado Ricardo-.
- Sí! Una reunión!

Y para mala suerte del cura, se abrió una puerta y salió el padre Armando, y le dijo:

- Baltazar! Baltazar ven!
- En-enseguida, señor!
- Hasta un cura me miente... - pensó el médico-. Oiga, espere, yo voy con usted.
- Solo me ha llamado a mi.
- Sí, pero usted no me interesa. Quiero hablar con el padre Armando.

Baltazar murmuró algo, no como cura, sino como ser humano, Ricardo alcanzó a oír un "maldita sea". Luego de eso el cura se rindió y le permitió que lo siguiera. Caminaron un corredor largo, y el viejo tocó la puerta.

- Eres tú, Baltazar? - llamó el padre desde el otro lado de la puerta-.
- Sí, señor.
- Pasa, pasa.

Entraron en la habitación. Era... demasiado "no iglesia". Tenía todo lo que en una iglesia no debería haber. Era la corrupción misma.

- Sólo te llamé a ti - dijo fríamente el padre Armando-.
- Pues... este sujeto insiste en hablar con usted.
- Y qué se le ofrece al señor...
- Ricardo. Ricardo Montenegro.
- Bien, señor Ricardo - se levantó de la silla-. Qué se le ofrece?
- Qué sabe usted de este libro? - preguntó, sacando el libro de la mochila-.
- Santa Virgen María Madre de Dios! - exclamó con un repentino toque religioso-. Qué hace USTED con ESE libro?! - dijo esas palabras apuntando con su dedo índice respectivamente-.
- Pues, soy un "elegido". Es lo único que sé.
- Sigame inmediatamente. Baltazar! Que NADIE moleste. Ve a dar el sermón de las 16.15, rápido!
- Sí, como usted diga! - salió rápidamente de la habitación corrupta-.
- Venga - le ordenó el padre al médico-.

Entraron en una habitación muy distinta a la anterior. El toque eclesiástico se veía bastante irónico con el toque mundano de la sala anterior.

- Tome asiento.
- Así está bien.
- Dije que tome asiento! - ordenó el padre-.
- Okay, okay...

Ricardo se sentó, y comenzó a mirar la pequeña habitación sobrecargada en adornos sacros. El padre Armando indeciso, iba de un lado a otro, hasta que por fin se sentó del otro lado del escritorio. Posó su mirada fija en los ojos de Ricardo, y abrió la boca para dejar salir sus primeras palabras.

- Ha oído usted hablar del destino? - cuestionó el padre-.
- Pues, la verdad es que sí. Pero solo lo que dicen todas las personas. Le echan la culpa al destino de los sucesos que les acontecen - respondió-.
- Me refiero al destino en toda su palabra, no a especulaciones de la gente.
- Pues, no realmente.
- Alguna vez usted se ha preguntado por qué existe? Cómo apareció usted? Cuál es su objetivo en la vida? El por qué vino a este mundo? O si lo que viene en un futuro está ya premeditado o si usted mismo hace su futuro?
- Hace mucho dejé de preguntarme eso.
- Porque dejó de buscar las respuestas. Por esa simple razón usted no comprende ahora por qué ese libro que usted tiene en sus manos relata las cosas que usted hará y vivirá. Así como un teléfono celular fue hecho para hacer llamadas, y en caso contrario, recibirlas, nosotros, los seres humanos fuimos creados para cumplir un objetivo ya premeditado desde antes de nuestra creación. Quizás ese "objetivo" venga de nuestros padres, abuelos, u otro tipo de ancestros.
- Me parece una locura pensar que nuestras vidas ya están escritas - interrumpió Ricardo-.
- Entonces le haré dos preguntas. La primera, si piensa eso, qué hace aquí? Y si no fuera cierto, por qué el libro relata lo que usted, y yo, y todo el mundo haremos el día de mañana, y todos los días sucesivos?
- Pues...
- No tiene idea, cierto? Permítame contarle una historia, un suceso real, el cual le puede servir como respuesta.

Y terminando de decir esto, se levantó de su asiento, buscó en un cajón una carpeta, el título decía: "Est-ce le destin entre nos mains?". Se lo acercó al médico, y éste comenzó a ver distintos documentos llamativos. Entre los cuales había un manuscrito de un tal Françoise. Un manuscrito de unos cuantos siglos de antigüedad...

1 comentario:

  1. xD ! omg, nunca pensé eso de una persona de la iglesia xD ! , aunque despues de todo =w= son personas al iwal qe nosotros no ? '-' ^^ dew

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