viernes, 30 de julio de 2010

6: Propuesta

Estuvimos en la misma posición unos largos y hermosos segundos. Yo sentado frente al computador, y ella de pie, tomando mi cara entre sus manos. Recibí ese beso con unos ojos sorprendidos, pero después los fui cerrando para disfrutar aquel momento. Me sentía tan... bien, a pesar de que recién nos estábamos conociendo, y que la iniciativa la tomó ella. Luego de otro par de segundos, alejamos nuestros labios lentamente.

- Lo... lo siento - me dijo-.
- No te preocupes - le respondí-. Fue algo mutuo...

Cuando dije eso vi cómo se ruborizaba, ahora que lo pienso, era la chica más bella que en mi vida había visto. Sus ojos verdes me miraban tímidamente, le dediqué una sonrisa, y escribí lo que me dijo.

- Aunque... no crees que sería demasiado apresurado? - le pregunté-.
- Pues... sería la mejor manera de conocernos.
- Y tus padres?
- No te preocupes por ellos, lo entenderán - me sonrió-.
- Okay.

De a poco iba perdiendo el temor. Como que después de aquel beso fui calmándome y pude controlar mis emociones. Ya sabía que esa atracción era correspondida, ahora lo único que había que hacer era empezar a trabajar en ese hermoso sentimiento. Cuando se lo dije a José, me preguntó si le estaba tomando el pelo. Le hice un cobro de sentimientos, así de "cómo puedes desconfiar de mí?", hasta que me creyó. Luego de eso, nos llamaron a la mesa, así que dejé a mi amigo con las ganas.

Pasó algo así como una hora, soportando toda clase de historias antiquísimas que cuentan los mayores, hasta que llegó el momento en que, lamentablemente (solo por Pamela), tendrían que irse...

- Te gustaría venir mañana a mi casa? - me preguntó-. Quisiera mostrarte algo.
- Ah, sí? - le pregunté-. Qué cosa?
- Anda y verás - me dijo, y me dio un beso en la mejilla de despedida-.
- Gracias por la invitación! - dijeron los padres de Pamela-.
- Cuando quieran vecinos - dijo mi madre-.

Cuando las otras señoras se marcharon, me tiré en el sofá como "qué cansado estoy!", y mi madre llegó a mi lado, se sentó, y me dijo:

- Así que esta chiquilla ya te invitó a su casa?
- Eh? De qué hablas mamá?
- No te me hagas el tonto hijo, la escuché invitándote. No tengo problemas en que vayas, pero ten cuidado.
- Nos besamos.
- Oh... - fue toda su reacción-.
- No me dirás nada?
- Qué quieres que te diga? Eres hombre, estás en edad ya, qué tengo que meter narices yo?
- Pues... darme algún consejo?
- Solo... no te apresures, hijo. No me gustaría que una mala decisión te haga daño más adelante.
- Claro, fue lo primero que pensé...
- Y?
- Y qué?
- Cómo fue?
- Mamáa! Eso no se pregunta.
- Ay! Soy tu madre, ya, cuéntame.
- Prométeme que no le contarás ni a la Josefa, ni la Carmela, ni la Rosalinda, ni a la Dolores.
- Claro, le contaré solo a la Graciela.
- NO! A ella menos - si tuviera que expresar mi cara en ese momento, en messenger habría sido como esta "e.é!"-.
- Bueno, bueno... te lo prometo hijo.

Luego de eso permanecí un rato más tirado ahí. Mi mamá se fue a ver las teleseries nocturnas, aunque se queda dormida rápido, pero si le apago el televisor me reta. Fui a mi cuarto, me puse el pijama y me acosté.

Al otro día, ya en la tarde, me propuse salir a casa de Pamela. Me dejó su dirección anotada en una hoja sobre mi escritorio, así que no me fue difícil llegar. Toqué el timbre, y salió ella, con sus chapulinas negras, unos bermudas, una camiseta casual, y el pelo tomado. Cada día lograba verse más linda...

- Pasa, pasa - me dijo-.
- Bueno...
- Estoy sola ahora, estaba ordenando un poco antes que llegaras, espero no te moleste el desorden.
- Está sola... qué me querrá hacer! - pensé-. No te preocupes, no pasa nada.
- Siéntate. Iré a buscar algo, lo que quiero mostrarte.
- Okay.

Fue a su habitación, y volvió con un estuche en sus manos. Un estuche de uno de mis instrumentos musicales favoritos.

- Te presento a "Flo", mi violín - me dijo-.

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