viernes, 2 de julio de 2010

Tercera Parte: Tomás, Capítulo 13

A la mañana siguiente, el sonido del despertador rompió el silencio matutino. Eran las seis de la mañana, y debía arreglarme para ir al trabajo. Mi segundo trabajo es en un restaurante del centro comercial. El restaurante y café más prestigioso de Santiago, el "Starbucks". Soy garzón. Es un trabajo relajado, al menos para mí. Me gusta lo que hago. No es que necesite trabajar, pues mi familia es una de las ABC1 más conocidas del sector. Pero no me gusta que piensen que soy un niño mimado. Por eso trabajo en esto, por eso tomo el autobús, por eso uso ropa lo más normal posible. Por eso decidí ser lo menos "high" posible.

Mi uniforme de trabajo, como siempre, planchado y ordenado, metido en el armario, lo vi e imaginé que me decía que me vistiera con él. Je! Tonteras mías. Luego del trabajo tendría que pasar a ver a ese cura. Pero es muy lejos! Qué agotador... El solo hecho de pensar que tengo que gastar un pasaje más de mi tarjeta bip! me agota...

Es entretenido ver toda la variedad de gente que viene a "Starbucks" todos los días. Tanto conjunto de ideas, pensamientos, creencias. Gente de todas las edades. Me da gusto ver adolescentes aquí. La mayoría está sumido en su onda mundana con esos estilos que lo único que hacen es que gasten dinero y tiempo en banalidades.

Como todas las mañanas, me ducho, tomo desayuno, me cepillo los dientes y salgo al trabajo. Ahora la única diferencia es que recibo un mensaje de Lucía deseándome un buen día. Es tan hermosa...

Emanuel Uribe era la persona a quien tendría que evitar encontrarme. Debería andar con cuidado, pues no quería un psicópata interrogándome. Ese hombre está chalado, y mucho.

"Starbucks" abre a las ocho y media de la mañana. Llego siempre media hora antes, para repasar la limpieza de las mesas. No me gusta ver ni la más mínima mugre en mi área de trabajo. Creo que por eso ni siquiera han pensado en despedirme de aquí. Comienzan a llegar las primeras personas, empresarios, secretarias, todos a tomar su café de desayuno, a las nueve cuarenta y cinco. A las diez y media vienen los del banco. A la una y media salen de clase los chicos de la escuela del frente, y algunos de esos chicos, los más serios y con clase vienen a tomarse un café. Se van los chicos y llega la gente que sale de su empleo a eso de las dos de la tarde.

Entra un hombre alto, de gafas, barba y bigote, se acerca al mostrador.

- Buenas tardes, quisiera pedir aquella mesa del rincón - dijo el sujeto apuntando la mesa que deseaba-.
- Su nombre, por favor? - escuché decir a la cajera-.
- Emanuel Uribe, señorita.
- Cómo no, le atenderemos en seguida. Usted si gusta puede ir y acomodarse en su mesa.
- Okay.

Oh Dios! El tipo que debía evitar acababa de entrar a mi trabajo. Tenía la suerte de que me tocaba a mí llevar el café de entrada. Espero que no me reconozca. Nunca me ha visto pero quizás me haya investigado. Fui al botiquín de primeros auxilios, y afortunadamente encontré una pequeña botellita de somníferos. Gladis, la cocinera, los toma para la siesta de mediodía. Le apliqué la misma cantidad que ella consume a la taza de Emanuel. Y luego de eso se la llevé.

- Aquí tiene, señor.
- Oh! Gracias! - estaba leyendo el libro, y alzó la vista-. Cuál es tu nombre, buen hombre?
- Joder - me dije a mi mismo, tendría que inventarme un nombre-. Mi nombre es Pablo.
- Toma, Pablo, aquí tengo una propina para ti.
- Gracias, señor.

De manera innata, lo primero que pensé fue "me tengo que apoderar del libro". Y creo que lo conseguiría, si el tipo se tomaba pronto el café. Y lo hizo. Hice tiempo limpiando y ordenando las otras mesas, hasta que le vi cabecear. Era mi oportunidad. Haría como que estaba recogiendo su mesa, y tomaría el libro y lo ocultaría en el bolsillo del delantal. Se me pasó la idea de que yo podría abrir el libro sin sufrir algún daño. Pero no lo haría ahora. El libro tenía un color azul marino, casi negro. Cuando llegué a la cocina, abrí mi estante y lo eché en la mochila. Ya oía los gritos del periodista. Habría que ir a atenderlo.

- DÓNDE ESTÁ MI LIBRO?! QUIÉN SACÓ MI LIBRO?!

Estaba espantando a la clientela. Se estaba alterando demasiado por haber "extraviado" su libro.

- Señor, cálmese - le dije yo-.
- TÚ ME SACASTE EL LIBRO?! DÓNDE LO DEJASTE?!
- Dije que se calme! Está espantando a la clientela, y si sigue así, me veré obligado a llamar a la policía.
- ME IMPORTA UN COMINO LA CLIENTELA! QUIERO MI LIBRO AHORA!
- Tomás, estás seguro de que no viste el libro? - me preguntó otra garzona, delatando mi nombre verdadero-.
- Tomás? TE LLAMAS TOMÁS?! CONTIGO NECESITABA HABLAR!

Miré a todos lados, salí corriendo hacia la cocina, tomé mi mochila, y me fui del trabajo corriendo. Tomé el autobús que justo pasaba y me pude dar un respiro cuando me logré sentar. Ahora soy un ladrón... o bueno, eso creen los demás. Pero tengo un presentimiento de que lo que hice estuvo bien... eso espero...



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