Boris dijo que podía quedarme con la revista. La tomé y la guardé dentro de un cuaderno que Lucía tenía en su bolso. Quedamos en que al día siguiente iríamos juntos donde el padre Armando, para que nos contara su versión de la historia. Nos marchamos del departamento de Boris y fui a dejar a Lucía a su casa. Cuando al fin llegué a mi habitación, tomé el libro con mis dos manos y probé a abrirlo para ver si lo del cambio de color fue porque ahora yo tenía esa "marca". Cuando abrí el libro vi toda mi vida en un segundo. Escenas de mi infancia, mi adolescencia, las veces que fui a pasear, todo en un inmenso "flashback", el cual me dejó algo tonto unos segundos. Fue como si alguien, o en este caso, ALGO, hubiese grabado una película de mi vida.
No morí. No sé si debía estar feliz o frustrado por ello. Comencé a leer la historia del principio. Un Sumo Pontífice que pensaba que tenía una maldición de Satán y que se sentía culpable de la muerte de algunas personas. Su apellido, el segundo mío, me comenzó a hacer dar cuenta que no me mentían cuando me dijeron que yo estaba involucrado en todo esto. Llegué a una parte donde las páginas estaban desgarradas. Luego de eso, comenzaba una historia con mi propia letra. No me sorprendí mucho pues a los demás también les pasó.
Después de pasar mi momento de estupefacción, miré alrededor de mi habitación y sobre el escritorio vi un sobre. Fui a verlo y decía: "Te estoy vigilando. Haré lo que sea necesario para tener el libro en mis manos. Atte. Emanuel Uribe". Joder! Por qué me pasan estas cosas a mí? Deseché el sobre y su mensaje, y le mandé un mensaje a Lucía deseándole buenas noches. Y me dormí. No quería pensar en nada.
A la mañana siguiente falté al trabajo. Me daba igual si me despedían, y tenía que ir donde este cura. Lucía me avisó que no podría acompañarme, estaba buscando empleo y tenía una entrevista. Tardé como una hora en llegar a la catedral de San Francisco, donde podría encontrar al dichoso curita. Nunca me han gustado las iglesias, cada vez que entraba a una sentía como una energía pesada. Vi a un sacerdote cerca de la estatua de la virgen, y me acerqué a él.
- El padre Armando está ocupado - me dijo el hombre-.
- Este... necesito hablar urgente con él.
- Pues ya le dije, el padre Armando está muy ocupado, me temo que no puede antenderle en este momento.
Y aquí fue cuando se abre una puerta del pasillo izquierdo y sale un hombre el cual me imaginé quién podría ser, y le gritó a mi interlocutor:
- BALTAZAR! Ve por más agua bendita! Se está acabando!
- S-sí señor!
- Buen cura que eres, mentiroso de pacotilla - le dije-.
- Hmm! - me miró despectivamente y se marchó-.
Seguí la fuente del grito, me dirigí al pasillo izquierdo y abrí la puerta. Otro pasillo. Comencé a caminar en silencio, para identificar de dónde vendría algún sonido. En una de las habitaciones se escucha un "Eres tú Baltazar?". Así que fui al cuarto del fondo a la derecha, y llamé a la puerta.
- No, soy otra persona que necesita hablar con usted.
- Si necesita algo, vaya a confesarse, ahí lo esperaré.
- Me temo que no es momento para confesarme, necesito que me responda algunas cosas. Necesito que me hable de "La Vérité vent à la Lumière".
- Cómo ha dicho? Quién es usted?
- Mi nombre es Tomás. Tomás Leclerc.
- Santo Dios! Pase, pase!
Entré en la habitación más corrupta que en mi vida podría haber visto. Juegos de azar, revistas de adultos, ceniceros por todos lados... me dije a mi mismo "agradezco no haber acompañado a mamá a la iglesia nunca". Pasé rápidamente a otra oficina, demasiado diferente a la habitación anterior. Aunque tampoco me gustaba el ambiente, era extremadamente muy eclesiástico.
- Tome asiento por favor - me dijo el cura, religiosamente muy irónico teniendo todo ese material en la otra habitación-.
- Okay.
Me hizo una pregunta bastante rara, una pregunta que aún no le encontraba una respuesta muy clara.
- Cree usted en el destino?
No morí. No sé si debía estar feliz o frustrado por ello. Comencé a leer la historia del principio. Un Sumo Pontífice que pensaba que tenía una maldición de Satán y que se sentía culpable de la muerte de algunas personas. Su apellido, el segundo mío, me comenzó a hacer dar cuenta que no me mentían cuando me dijeron que yo estaba involucrado en todo esto. Llegué a una parte donde las páginas estaban desgarradas. Luego de eso, comenzaba una historia con mi propia letra. No me sorprendí mucho pues a los demás también les pasó.
Después de pasar mi momento de estupefacción, miré alrededor de mi habitación y sobre el escritorio vi un sobre. Fui a verlo y decía: "Te estoy vigilando. Haré lo que sea necesario para tener el libro en mis manos. Atte. Emanuel Uribe". Joder! Por qué me pasan estas cosas a mí? Deseché el sobre y su mensaje, y le mandé un mensaje a Lucía deseándole buenas noches. Y me dormí. No quería pensar en nada.
A la mañana siguiente falté al trabajo. Me daba igual si me despedían, y tenía que ir donde este cura. Lucía me avisó que no podría acompañarme, estaba buscando empleo y tenía una entrevista. Tardé como una hora en llegar a la catedral de San Francisco, donde podría encontrar al dichoso curita. Nunca me han gustado las iglesias, cada vez que entraba a una sentía como una energía pesada. Vi a un sacerdote cerca de la estatua de la virgen, y me acerqué a él.
- El padre Armando está ocupado - me dijo el hombre-.
- Este... necesito hablar urgente con él.
- Pues ya le dije, el padre Armando está muy ocupado, me temo que no puede antenderle en este momento.
Y aquí fue cuando se abre una puerta del pasillo izquierdo y sale un hombre el cual me imaginé quién podría ser, y le gritó a mi interlocutor:
- BALTAZAR! Ve por más agua bendita! Se está acabando!
- S-sí señor!
- Buen cura que eres, mentiroso de pacotilla - le dije-.
- Hmm! - me miró despectivamente y se marchó-.
Seguí la fuente del grito, me dirigí al pasillo izquierdo y abrí la puerta. Otro pasillo. Comencé a caminar en silencio, para identificar de dónde vendría algún sonido. En una de las habitaciones se escucha un "Eres tú Baltazar?". Así que fui al cuarto del fondo a la derecha, y llamé a la puerta.
- No, soy otra persona que necesita hablar con usted.
- Si necesita algo, vaya a confesarse, ahí lo esperaré.
- Me temo que no es momento para confesarme, necesito que me responda algunas cosas. Necesito que me hable de "La Vérité vent à la Lumière".
- Cómo ha dicho? Quién es usted?
- Mi nombre es Tomás. Tomás Leclerc.
- Santo Dios! Pase, pase!
Entré en la habitación más corrupta que en mi vida podría haber visto. Juegos de azar, revistas de adultos, ceniceros por todos lados... me dije a mi mismo "agradezco no haber acompañado a mamá a la iglesia nunca". Pasé rápidamente a otra oficina, demasiado diferente a la habitación anterior. Aunque tampoco me gustaba el ambiente, era extremadamente muy eclesiástico.
- Tome asiento por favor - me dijo el cura, religiosamente muy irónico teniendo todo ese material en la otra habitación-.
- Okay.
Me hizo una pregunta bastante rara, una pregunta que aún no le encontraba una respuesta muy clara.
- Cree usted en el destino?
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